Diagnóstico

Para empezar debo aclarar, que no estoy segura de que la historia siguiente sea real, sí tiene similitud con la vida real, es mera coincidencia.

Todo comenzó hace un año, quizás para principios de abril o de mayo, no lo recuerdo.
Empezó después una serie acontecimientos que no voy a nombrar.
Se levanto con las manos frías, sin dormir bien en la noche anterior, tomó la toalla, entró en la ducha, se paró debajo del chorro de agua fría, esperando despertar de nuevo en otro lugar, con lágrimas que no tienen dueño, se mordió los labios, he hizo el proceso de asearse bien.
Se limpió  la cara, salió de la ducha, respirando pausadamente, paso en medio de su familia fingiendo no sentir nada, la rutina de todos los días.

Se vistió con los trapos que llama ropa. Se acerco al sistema masivo de su ciudad esperando poder llegar a la cita que le cambiaría la vida. Tomo el bus equivocado, espero un mes para tener esta cita e iba perderla, camino rápido por la ciudad, arrepintiendose en cada paso.
Llegó la recibío una mujer de unos 40 años, con una formalidad que asustaba, puede sentarse y esperar.
Quizás debío irse, quizás no cuenta. 
Entro en aquel lugar molesta por la espera que tuvo y salió con un par de hojas y un ya lo sabía en medio sus susurros.

Los diagnósticos son la puerta al infierno, las enfermedades, las posibilidades, los medicamentos, las ideas de ser salvos, entonces después de todo tu vida jamás será la misma  y aquél papel te lo recuerdará todo el tiempo.

No tenía cancer, pero los miedos se multiplicaron en mi como éste, en el cuerpo de un humano que lo padece.
No tenía sida, pero creía que las personas no iban acercase igual sin mirarme diferente.
Ese mismo mes construí murallas, que se caían en medio de algunas personas, camine con los pasos distintos, me negue a dar pasos hacía delante, me senté en el banco de la vida, mirando un avismo que me respiraba en la nuca y lloré, lloré como un niño al que le han roto los sueños.

Ésta noche se parece mucho a los días en lo que perdida me encontre. pero encontrarme era una mala idea. Entonces saqué la caja de recuerdos, la miré segura de que cada hora, cada momento, cada minima cosa no ha mejorado en absoluto.
Cerré un baul sin llave que se abre cuando los pajaros amarillos silvan afuera de la ventana que no tengo.
Y yo saqué un papel, con la lista de las cosas a las que me resigne y tendré que resignarme, junto al diagnóstico que no será otro, así intente olvidarlo todos los días.

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