La de la mirada gris
Nos encontramos por casualidad en el camino.
La miré, tenía los ojos empapados de palabras
que no caben en la boca, sus mejillas blancas como el arroz, sonreía como la
recordaba, me hablo con sus manos ansiosas y sus pies inquietos.
La escuche un rato sin saber de que me
hablaba, asenté con la cabeza mientras la observaba, no sé como pude
encontrarla triste, la vi con su blusa color rosa, con aretes y pulseras, la vi
tan infeliz, que podía oler la angustia de su vestimenta ajena, sus palabras
tan fantasiosas que quise abrazarla (y no soy buena abrazando a nadie).
Seguí mi camino y me senté a esperar el
sistema masivo que tarda demasiado, pensé casi 40 minutos, como si cada
segundo me golpeara el alma.
Camine en círculos intersectados entre sí. Me
perdí en mí, mientras pensaba en ella.
Le dije cuando la abrazaba, que había estado
hablando con alguien, que las personas no lloran de tristeza, se llora por
frustración y estamos cargando guerras pérdidas.
Debí quedarme con ella, pero hace un tiempo
comprendí que solo somos vecinos de quienes queremos, no hay forma de meternos
en su casa y poner todo en orden como si nos perteneciera.
La miré a sus ojos cafés que se veían grises,
neutros y monocromáticos, como un día de lluvia, pero sin agua. Le dije
entonces que los amigos se hicieron para olvidar la mierda que es la vida, pero
que estar sola es parte de existir, se marcho y ahora llueve, pero aún no cae
agua.
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