Noviembre no te vayas sin mí
Abrí rápido una hoja (digital) donde pudiera empezar escribir; sobre lo que se atravesaba en mi pensamiento, como excremento después de la digestión. Las personas en realidad no valen nada, no valen en sí por lo que pesan, ni por lo que comen, me he considerado sin anestesia una mala persona y lo soy en diferentes y repetidas ocasiones, no le temo al escarnio público, pero sí al olvido y él señores y señoras no hubo un sólo día en que me recordara. Tenía clavada en mi garganta el más exquisito sabor de la frustración. La invite a sentarse en mi mesa y le di de mi comida, le compartí mi oxígeno. Me relleno como a un pavo, burda y grotescamente. Que el odio era opio y yo humo. Entonces recapacite, no sé si era el medicamento, el dolor graduado en pequeñas porciones, o solo era mi cerebro jugando de nuevo conmigo. Escribir era entonces la mejor excusa para admitir que ni por sentido común, ni lo mejor que hago, lo hago bien. Un par de...