Viaje en bus
Salí de casa con una risa tonta,
de esas que no se borran con facilidad, me miré a los ojos antes de salir y
éstos me miraron profundamente, a veces me agrado, otras, solo existo. Tenía
una blusa blanca, porque es el color de ropa que más me gusta usar. Las gafas
de siempre y fui a caminar con la misma música, el viaje era largo y mi cabello
corto.
Levante la mano y el bus de servicio público
se detuvo, me senté en las sillas de atrás, empecé a pensar sólo porque el
sonido de aquel vehículo ya no me dejaba escuchar mis canciones.
Imagine éste día y mientras
imaginaba empecé a recordar.
Lo recordé a él y mis ojos se llenaron de aguas dulces con
algo de sal, recorrí en mi pensamiento los últimos meses que lo tuve cerca, la
piel se me erizaba al recordarlo. “No muere una persona hasta que no la olvidas”
dijo Isabel Allende en su libro La casa
de los espíritus. No había muerto él y tuve ganas de llorar pero el bus
estaba demasiado vacío para notarlo.
Hay personas que duelen más que
las palabras, que duelen más que los actos, duelen en su ausencia. Te cuestionas
todo lo que quizás debiste hacer y no hiciste. Porque sabes que la vida está compuesta de cosas que nunca hacemos
o decimos.
El recuerdo de su mirada se clavó
en mí y pude sentir el nudo en mi garganta compuesto de miedos, de noches de
invierno como ésta, noches de un noviembre taciturno y sombrío, estremecerme
los huesos. El ser humano es astuto y estúpido, patético y agradable. Se niega
así mismo diez veces antes de aceptarse en su imperfección aun cuando se regodea
de su narcicismo superficial y subjetivo. Los ideales sociales, los miedos y
las amistades, grupo de llaves que no usa, porque siempre abre la misma puerta.
El teléfono sonó y recordé a
donde iba, mi corazón palpitaba tan rápido que pude llegar al lugar antes de
que la buseta llevará a mi cuerpo. Me senté en la parada del bus y espere al
hombre que llegaría pronto, con el rostro pálido, con el cabello húmedo y yo
sin vacilar un solo instante le sonreí, no importa sí tiene el corazón lleno de
concreto, algún día va irse como todos y yo seguiré aquí sin aprender más que
una lección teórica que aún no aplico.
¡Qué hermoso escribes! Me gustó tu post, un recorrido en autobús fue mero pretexto para reflexionar sobre varias verdades incómodas.
ResponderEliminarCierto, aquel(la) no muere hasta que la olvidas. Al fin de cuentas, los recuerdos a veces son tan intensos que nos hacen sentir la misma emoción o tristeza que cuando lo vivimos.
Oh! gracias.
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