Pretérito pretexto

Difuso y confuso lo miro, a través de la hendija de la puerta de madera que está cerrada. ¡Está cerrada la puerta de madera! ¡Debo estar imaginándolo! ¡Debo estar inventándolo!
Pero no. El sujeto existe y está; así en carne y hueso, más hueso que carne, como es notorio.

Es cuestión de percepciones y él tiene su propia forma de ver las situaciones; me dijo que era un escéptico, además de estricto, tenía la facilidad para pelear con el mundo, sin que este se diera cuenta.
¡Vaya sujeto! Obsesivo hasta el pelo, medicado hasta las células. Sin pasar de la hipérbole a la metáfora, no lo conozco a detalle, no puedo definirlo es tres palabras, quizás en medio párrafo obtenga un poco de él. ¡Ideas! O un par de suposiciones si le bajamos a la emoción y lo vemos con más profesionalismo.


Estaba sentada con él hablando, cuando me sucumbe a su historia, parecía ser buena, más que buena interesante, o era cuestión de cómo lo narraba. Podría imaginarlo refunfuñar como un hombre de la tercera edad, con una vida miserable, hastiado de los incultos, de los acelerados ciudadanos que cruzaban las calles sin precaución, causando un despliegue de inconformidad en su interior que parecía atormentarlo y causarle placer.
Esa necesidad de existir en medio paradojas y fundirse en las obsesiones que lo mantenía vivo, era de lo más extraño que podía ver, en su mirada plana.

Era un pretérito pretexto, que al parecer no iba conjugar con su buena ortografía, es que algunos nacimos para ser leche de cabra y otros para ser alérgicos a los lácteos. 


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