Escribir, porque eso aparentemente, lo hago bien.
Entro en la habitación, es un pequeño agujero, lleno de objetos sin sentido; Una cama, un televisor y yo.
Adiós zapatos, se cierra la puerta y bienvenidos a la realidad.
Me desnudo, la ropa suele estorbar cuando estas en tu lugar de confort.
Prendo el computador, llevo meses sin escribir en forma, las letras han estado un poco atrancadas entre tantas pérdidas, bañadas de tristezas, de desilusión, me ha hecho caracha en el corazón, este aunque parece de hielo aún duele.
Hoy se levantó un poco quebrado, los ojos no retienen las lágrimas, es como si salieran por arte de magia, el pecho están inflamado, respirar es bastante difícil, aunque se mantiene fuerte como una roca, sin estar sano.
Decidí escribir para cortar dos historias, esperando que las lágrimas se sequen o mis ojos decidan dejarme dormir.
1. Tenía seis años, cuando mi tío regresó de Norteamérica a comprar un casa, me llevó al mar y celebré mis siete años, comiendo helado de mora en "ventolini". Cuando volvimos, teníamos una casa nueva, era azul cielo, después fue verde manzana y ahora es blanca; Era un esquina larga y agosta. Por primera vez tuve mi habitación personal, no iba a compartirla con mi hermano. Era perfecto, salí a la calle e hice mi primera amiga, ¡vaya que era chiquita esta nena! tenía un peculiar lunar en su boca, y su cabello largo y un poco dorado, inquieta, mica y amigable. No viví mucho más de un año en esa casa, pero fue suficiente para ser amigas, íbamos a la misma escuela, nos llevaba su padre, en una pequeña moto, hacíamos tareas juntas y fuimos creciendo, cometiendo locuras, nunca pudimos pensar de la misma manera, aunque compartimos demasiadas cosas. Estudiamos en colegios diferentes, pero vivíamos a dos cuadras, lo que no impidió que saliéramos a devorarnos el mundo cuando eramos adolescentes. Saltamos de un lado a otro, robé cena de su casa cada 24 y 31 de diciembre. Nos acostumbramos a mezclar nuestros nombres, a comer salchipapa y a desayunar huevos revueltos, nos vestimos como niños y no pusimos apodos nada decentes. Un día me accidenté, ella llegó a la clínica con una bolsa de pollo asado con papa, estaba bastante pálida. ¡Estaba embarazada! ¡Vaya dulzura ese mocoso! vivió tanto con nosotras, se acoplo a estilo de vida más informal. El tiempo siguió pasando, nuestros caminos fueron distanciándose cada vez más. Nos veíamos poco, pero siempre había forma de desatrazarnos, de compartir con su pequeño, de salir a la calle y cargarla un poco. La última vez que la vi, me grito ¡Loca! ¿para dónde vas? montada sobre un moto, siempre "la mataron" las motos, puedo decir que por un moto cayó muerta. Y así es como te levantas un día que parece normal y te das cuenta que la noche anterior, toda tu infancia quedó enterrada entre recuerdos y un tiro en la cabeza. Se te van las luces, no sabes como reaccionar, no puedes creer que sea cierto. Tenía 25 años y era una mujer "berraca" que había sacado su hijo adelante, niño que jamás recordará quien era su madre. Mi mundo se sacudió y de que manera, pero no terminó ahí. viene la historia dos.
2. No recuerdo como conocí a esta chica. Le costo muy poco entrar en mi vida, pero le coste mucho estar en la suya. Eramos buenas amigas, aunque parecía que peleábamos como si fuéramos pareja, tantos mal entendidos, tantos asuntos estúpidos. Tantas patadas en las huevas. Pero la quería, la quería como si fuera mi hermana, esa que realmente nunca he tenido. Le contaba todo, podíamos pasar horas mirando el techo y estaba bien. Me gustaba que estuviera bien, me gusta saber que ahora está bien. Me duele saber que no esta aquí.
Ella es de las pocas personas que consideraré como mejor amiga, como confidente, como base sólida, como apoyo, como hermana de leche. Yo la lastimé de muchas formas, pero ella me quebró en el momento más vulnerable de mi vida. No entendía, como se iba cuando más la necesitaba.
Esto ocurrió hace dos meses exactamente, la vida te obliga hacer cambios, a aceptar lo que está, aunque ni tu desees estar en este lugar, pero seguí adelante, lloré cada noche que pude, me enfermé, deje de embriagarme, tomé decisiones, me perdí, me encontré, me alejé, regresé, pero por más que caminara hacía delante, no lograba olvidar.
Este día me levanté un poco quebrada, un poco abatida, un poco infantil. Y fui por explicaciones y las obtuve, hace mucho que sospechaba las razones, pero quería que salieran de esa persona. Esa persona que espera que yo sea feliz algún día, no sé como espera que lo consiga cuando me destruyó un poco antes de irse, o no, sólo terminó de tumbar lo que ya estaba a punto de caer; como la estocada final. (Pero no la culpo, tiene todo su jodido derecho, perdón yo sé que la cague peor, una y otra vez)
Así que para ella es esto, porque sé que su orgullo jamás va dejar que vuelva, aunque yo se lo suplique, aunque este tiempo me ha mostrado una forma diferente de ver la vida. Aunque la extrañe días como estos, aunque la odie por no estar aquí, aunque me parta el corazón y sabe que lo hace, entonces debía dejarle algo. Algo que quizás sólo hasta ahora soy capaz de hacer. Para que nunca me olvide, para que cada que quiera regresar a mi, aunque no sea el mismo lugar, entienda que las puertas estarán de par a par, que nunca la abrace, sólo recosté mi cabeza sobre su hombro. Que la dejo libre, que la suelto, que aunque no quiero que deje de estar, la dejo ser.
Y que siempre va tener el mismo lugar en mi vida, porque ella se lo gano.
Por los buenos tiempos, escuchar.
Adiós zapatos, se cierra la puerta y bienvenidos a la realidad.
Me desnudo, la ropa suele estorbar cuando estas en tu lugar de confort.
Prendo el computador, llevo meses sin escribir en forma, las letras han estado un poco atrancadas entre tantas pérdidas, bañadas de tristezas, de desilusión, me ha hecho caracha en el corazón, este aunque parece de hielo aún duele.
Hoy se levantó un poco quebrado, los ojos no retienen las lágrimas, es como si salieran por arte de magia, el pecho están inflamado, respirar es bastante difícil, aunque se mantiene fuerte como una roca, sin estar sano.
Decidí escribir para cortar dos historias, esperando que las lágrimas se sequen o mis ojos decidan dejarme dormir.
1. Tenía seis años, cuando mi tío regresó de Norteamérica a comprar un casa, me llevó al mar y celebré mis siete años, comiendo helado de mora en "ventolini". Cuando volvimos, teníamos una casa nueva, era azul cielo, después fue verde manzana y ahora es blanca; Era un esquina larga y agosta. Por primera vez tuve mi habitación personal, no iba a compartirla con mi hermano. Era perfecto, salí a la calle e hice mi primera amiga, ¡vaya que era chiquita esta nena! tenía un peculiar lunar en su boca, y su cabello largo y un poco dorado, inquieta, mica y amigable. No viví mucho más de un año en esa casa, pero fue suficiente para ser amigas, íbamos a la misma escuela, nos llevaba su padre, en una pequeña moto, hacíamos tareas juntas y fuimos creciendo, cometiendo locuras, nunca pudimos pensar de la misma manera, aunque compartimos demasiadas cosas. Estudiamos en colegios diferentes, pero vivíamos a dos cuadras, lo que no impidió que saliéramos a devorarnos el mundo cuando eramos adolescentes. Saltamos de un lado a otro, robé cena de su casa cada 24 y 31 de diciembre. Nos acostumbramos a mezclar nuestros nombres, a comer salchipapa y a desayunar huevos revueltos, nos vestimos como niños y no pusimos apodos nada decentes. Un día me accidenté, ella llegó a la clínica con una bolsa de pollo asado con papa, estaba bastante pálida. ¡Estaba embarazada! ¡Vaya dulzura ese mocoso! vivió tanto con nosotras, se acoplo a estilo de vida más informal. El tiempo siguió pasando, nuestros caminos fueron distanciándose cada vez más. Nos veíamos poco, pero siempre había forma de desatrazarnos, de compartir con su pequeño, de salir a la calle y cargarla un poco. La última vez que la vi, me grito ¡Loca! ¿para dónde vas? montada sobre un moto, siempre "la mataron" las motos, puedo decir que por un moto cayó muerta. Y así es como te levantas un día que parece normal y te das cuenta que la noche anterior, toda tu infancia quedó enterrada entre recuerdos y un tiro en la cabeza. Se te van las luces, no sabes como reaccionar, no puedes creer que sea cierto. Tenía 25 años y era una mujer "berraca" que había sacado su hijo adelante, niño que jamás recordará quien era su madre. Mi mundo se sacudió y de que manera, pero no terminó ahí. viene la historia dos.
2. No recuerdo como conocí a esta chica. Le costo muy poco entrar en mi vida, pero le coste mucho estar en la suya. Eramos buenas amigas, aunque parecía que peleábamos como si fuéramos pareja, tantos mal entendidos, tantos asuntos estúpidos. Tantas patadas en las huevas. Pero la quería, la quería como si fuera mi hermana, esa que realmente nunca he tenido. Le contaba todo, podíamos pasar horas mirando el techo y estaba bien. Me gustaba que estuviera bien, me gusta saber que ahora está bien. Me duele saber que no esta aquí.
Ella es de las pocas personas que consideraré como mejor amiga, como confidente, como base sólida, como apoyo, como hermana de leche. Yo la lastimé de muchas formas, pero ella me quebró en el momento más vulnerable de mi vida. No entendía, como se iba cuando más la necesitaba.
Esto ocurrió hace dos meses exactamente, la vida te obliga hacer cambios, a aceptar lo que está, aunque ni tu desees estar en este lugar, pero seguí adelante, lloré cada noche que pude, me enfermé, deje de embriagarme, tomé decisiones, me perdí, me encontré, me alejé, regresé, pero por más que caminara hacía delante, no lograba olvidar.
Este día me levanté un poco quebrada, un poco abatida, un poco infantil. Y fui por explicaciones y las obtuve, hace mucho que sospechaba las razones, pero quería que salieran de esa persona. Esa persona que espera que yo sea feliz algún día, no sé como espera que lo consiga cuando me destruyó un poco antes de irse, o no, sólo terminó de tumbar lo que ya estaba a punto de caer; como la estocada final. (Pero no la culpo, tiene todo su jodido derecho, perdón yo sé que la cague peor, una y otra vez)
Así que para ella es esto, porque sé que su orgullo jamás va dejar que vuelva, aunque yo se lo suplique, aunque este tiempo me ha mostrado una forma diferente de ver la vida. Aunque la extrañe días como estos, aunque la odie por no estar aquí, aunque me parta el corazón y sabe que lo hace, entonces debía dejarle algo. Algo que quizás sólo hasta ahora soy capaz de hacer. Para que nunca me olvide, para que cada que quiera regresar a mi, aunque no sea el mismo lugar, entienda que las puertas estarán de par a par, que nunca la abrace, sólo recosté mi cabeza sobre su hombro. Que la dejo libre, que la suelto, que aunque no quiero que deje de estar, la dejo ser.
Y que siempre va tener el mismo lugar en mi vida, porque ella se lo gano.
Por los buenos tiempos, escuchar.
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