Crónica de un pasatiempo en el pensamiento.

La calle llena de agujeros formaba rostros tristes, el cielo despejado y la luna menguante; un silencio cálido, miro el reloj y siguen siendo las 7:03 PM el tiempo se movía rápido delante de mis ojos.
 El autobús  no pasa, pero no tengo prisa, no llegaré tarde, sólo iré, miro mis zapatos; siempre estás sucios, -¡el jueves los lavaré!- Sé que me miento pero me gusta creer que lo haré, las palmeras frente a la calle me recordaron a la otra noche, estaba tan triste, que las lágrimas se escondieron en enojo, el enojo en caminos diferentes y ahora estoy sentada en otra calle, con otro pasatiempo, con otro color de piel. -¡Lo qué hace un mal día!- Te vuelca o te estancas en la misma silla pero yo he cruzado la calle, tomó tiempo ir al otro lado de la avenida; No sufro de optimismo, ni de noches de luna llena, soy viento al viento y una copa de vino tinto, me parezco a los sueños de niños y de vez en cuando soy la otra cara de la moneda.
-¡Por fin viene!- Y debo ir de pie, cuerpo a cuerpo, compartir el sudor y los malos olores, un viaje épico o clásico. Sonreiré sólo para que la gente no se sienta más miserable de lo que cada día es pero todos tienen prisa, el transporte público borra sonrisas, ahora el tiempo es lento y caluroso; son las 8:00 PM me bajaré en la siguiente parada. -Señor el timbre no funciona, podría detenerse por favor, gracias-
Un pie en la calle de nuevo, me giro y ahí está él; sus ojos sonríen y levanta la mano para saludar, alzo las cejas como si hubiera sido el viaje más largo del mundo y me muerdo los labios hacía dentro. -¡Hola!- y basta saber que valió la pena cada segundo del recorrido...

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