La barra del Aburrimiento

No es blanco ni negro; es aburrido o no aburrido.
Formas de entender el destino en la barra del aburrimiento que va del gris cielo al amarillo pollito.
Entonces es la típica historia de una chica que no define su vida y está en una montaña rusa de emociones, sensaciones, sentimientos, gomitas y otras formas de auto-destruirse. 
Es el cliché del diario vivir en la sociedad, "La vida" como experiencia misma y no tener la mayor idea de como ser consecuentes con nuestras decisiones.
Lo llaman pubertad eterna, inmadurez y a veces creo que soy así a causa de tantos choclitos que comí. 
Te levantas un día con un millar de sueños, ideas, formas para construir tu universo de progreso, tu palacio personal de  superación, felicidad, tranquilidad; eres el puto amo en tu cabeza, solo y exclusivamente en tu cabeza. No logras convertir tus ideas en acciones y te aburres.
Te aburres de intentarlo sin intentarlo, de quererlo sin intentarlo, de odiarlo sin intentarlo, de existir sin intentarlo; es tu propia cárcel existencial, eres preso del clima, del la noche que pasaste, del aire que respiraste o de si tienes las hormonas equilibradas para tener un buen día y fingir que lo intentas para luego poder admitir que fracasas.
Pero no fracasas solo tienes pereza, pereza y aburrimiento, uno que es injustificado, pero que podría determinarse como miedo, la famosa muralla que construimos para evitar ser lastimados mientras nos ahogamos en nuestra propia miseria.
No necesitas una mano, necesitas una cachetada firme, un golpe en las huevas si es que crees que tienes; necesitas despertar romper la barra que te mide, soltar las riendas absurdas de tu vida con las que siempre te tropiezas.

No es blanco ni negro; no es aburrido o no aburrido. Es vivir y saben es difícil hacerlo, querer hacerlo, querer sentirlo, intentarlo realmente y no fingir que lo hacemos; cerrar capítulos. 
Es dejar de comer choclitos para justificar el miedo, es poner el corazón en la mesa para que te lo hagan trizas o con suerte te lo coronen.  
Es dejar de decir lo siento y empezar a decir gracias, qué feliz me haces.  

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