Mi soledad y yo


La soledad es una utopía con las que podía soñar cuando el corazón no latía tan fuerte, cuando los sueños de niños brillaban como estrellas a media noche. 

Estaba roja la Luna y le hable de ti, ya sabes; de la idea absurda que se creó en mi cabeza sobre quien eres, como si al escribir cien historias de pronto una mañana te hicieras realidad.
Somos buenos mintiéndonos, a otros también, somos presos de las palabras sueltas y de los deseos banales, animales en celo, esclavos de los impulsos, todos tan diferentes con la precipitada manía de cometer los mismos errores. 

Estaba la habitación obscura y el silencio cortante, mi alma a temperatura ambiente, servida sobre la cama con los pies cruzados y mirando el techo blanco como el infinito que se parece a la mirada con la que haces sonreír mi mente. Tiemblo de gracia y cierro los ojos para suspirar o aspirar esta paz tan desbordante que me eriza la piel.
Soledad y ausencias; palabras tan diferentes que se complementan, lapsos mentales que dibujan tristezas sobre la pared, se parece al vacío.
Estoy yo pero saben de sobra que suelo mentir cuando hablo de mí, estoy hecha de malos hábitos, lógicos y destemplados sueños, extrañas particularidades que auto-admiro y flores amarillas. 

Mi soledad y yo somos grandes amigas, llenas de enemistad y fracasos. Más que eso, estamos hechas del mismo material, ese que compras en la boutique de deseos para infantes soñadores.

Es que no hay otra forma de decirlo, hay que recitarlo en voz alta, con sonrisas tímidas y miradas avergonzadas, porque el corazón late más cuando tiene miedo y siempre tengo miedo de que no seas real.

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