El chico que amo vs el chico que me gusta.
Empezaré por contar mi dilema, puede ser el de cualquiera o quizás al anochecer sea solo una fantasía.
El chico que amo no es perfecto pero en mis ojos la perfección se halla en sus palabras, en sus actos simbólicos y sus ojos tristes de tanto amar sin ser amado. Lo qué él no entiende es que yo lo amo, con la delicadeza de un violín desafinado pero lo amo y el amor a veces es una catástrofe.
El chico que me gusta es un torbellino en medio del ocaso, un milagro no deseado, tiene el encanto de los dioses griegos y la humanidad de cualquier animal salvaje. Me gusta pero no sé lo que me gusta, quizás el desdén con el que flota por las calles o el absurdo parecido de sus actos a los míos.
A veces creo que los amo a los dos pero cuando al fin la noche llega y tirada en la cama, como quién tira un zapato después de un largo día, me pierdo en mis pensamientos y ambos siempre están ahí, uno el opuesto del otro, el otro en el hemisferio norte y al sur mi cabeza sigue dando vueltas.
El chico que amo no es el hombre perfecto pero si perfecto describiera su nombre, su rostro, sus besos, incluso su enojo, entonces él sería la perfección. No es idolatría, es admiración, deseo, plenitud, gozo. Tomarlo de la mano es alcanzar los sueños deseados y sonreír porque los compartes con él.
El chico que me gusta es un torbellino ambivalente y desbordante, con él ningún día es aburrido, salir a caminar ya no es un acto cotidiano porque él todo lo hace ver diferente, el cielo es más rosa y el mar a veces canta, con el la fantasía parece realidad y la realidad un sueño del que no deseas despertar.
A veces creo que los amo a ambos, a veces creo que a ningún, qué el deseo hace bello hasta el inconsciente y que conscientemente con ningún podría ser completamente feliz, no es cuestión de matemáticas, a ratos se activa el sentido común.
Pues la verdad amigo es que uno es como la torta de chocolate y si me conocen saben que no como tortas y el otro es como un volcán a punto de estallar pero la realidad es que nadie quiere morir quemado en su frenesí.
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