"La mentira más linda que decidí creer"

Dicen que las personas que escriben tienen la habilidad de mentir, son expertos en historias que susurran a tu oído como cuentos de hadas, sin embargo las personas olvidan que hasta un mentiroso puede caer en sus propias expectativas. 

Me contaron una vez, una historia frente al espejo; era una mentira tan linda que no pude evitar vivirla, como adictos a los pajazos mentales, hemos terminado sobre nuestros sueños con fragmentos de fracaso y dolor, seguros de que cada instante del veneno que nos atraviesa la piel, es jodidamente satisfactorio por segundos antes de empezar a matarnos. Nos quedamos con lo bueno ante lo que es un 90% fatal.

Estuve días enteros mirando el techo, sin mirar, como respirando por coincidencia, estando sin estar, con la mente en todos lados y en ningún lugar, completamente vacía pero llena de un quizás.

Después he caminado sin él, a veces he caminado sin mi, el viento si que sabe mentir. Me ha susurrado al oído; que un día seré feliz. 

He llegado a casa y la mentira sigue ahí, la he tomado en mis manos y la he besado en la boca por si las palabras están de más. Me he sonrojado con inocencia y estupidez sin conciencia o razón. 

En la mesa del comedor mi dignidad destruida se ha puesto de pie y me alza los hombros, como si tuviera una explicación, como si un día por obra del destino dejará de ser un monstruo feroz. Pero no lo soy.

La mentira más linda que decidí creer, me hace feliz un par de horas, algunos días también, es una droga silenciosa que se pone a tus pies, son tus miedos sin ganas de luchar los que te incitan a desbordar nubes de fantasía que no se acercan a tu realidad.
Son las sonrisas contagiosas, que entre sus curvas esconden puñaladas traseras que al final de la tarde te atravesaran. 
Son las palabras que quieres oír, las mentiras que quieres creer, los ideales que deseas cumplir. Son los desiertos de soledad que se refugian en la banalidad del amor moderno que se constituye de excusas, justificaciones y más. 

La mentira más linda que decidí creer, eres tu. Pero la responsable soy yo, no culpamos a los otros por quienes son, no hay una fiesta de culpables en mi corazón, solo un racimo de mentiras que consumo sin precaución. 

Entre tantos te quiero que no valen nada, a veces he gritado a tu nombre; amor, ahogada de confusión, te he culpado de no saber quien soy. Te he dado la oportunidad de salvarme sin decirte nada. Le he dado a un niño sin visión, el mapa de ningún lugar, así que hemos corrido en círculos por días, sin preguntar a donde llegaremos, porque somos tan parecidos en la ambivalencia que la confundimos con indiferencia. Jugando con el corazón frío, congelado, derretidos por una mentira que nos haga sentir vivos. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Discurso sobre el amor (Es tan obvio que no creemos que sea cierto)

Sobrevivir y revivir, vivir

Lazos (Carta a L.A.R.)