Algoritmos mentales

Estas frente a mi, me miras con una mentira escondida detrás de esos ojos café que brillan tanto que puedo reflejarme en ellos. Sonríes, siempre sonríes al mirarme, te tomas la cabeza y te acercas lentamente, me besas la mejilla, me susurras al oído palabras dulces, me brotas una sonrisa, la piel de gallina, te miro y no lo entiendo. 

El tiempo no parece pasar pero las horas corren cuando estas lleno de felicidad, me inyectas directamente a las venas dosis indescriptibles de placer, momentos inexplicables de comodidad, eres lo más parecido a un hogar pero te fracturas al ver la noche llegar. Te miró y la persona en el espejo se vuelve irreal.

 ¿Quién eres? ¿Quienes somos? ¿Cuando el cuento se confundió con la realidad? Me miras y me dices "te quiero", te creo, bajo la cabeza y recuerdo nuestro lugar. Agentes ajenos a un vivir común. Me abrazas, me fundo en tus brazos, son tan cálidos que mi corazón de hielo se derrite, susurras y susurras pero las palabras no alcanzan.

Estamos como estancados en un vaso lleno de arena movediza, entre más nos movemos más hundidos estamos. Me quedé quieta un largo tiempo mirándote de reojo, con la sonrisa apagada y la agonía echa trizas, no veo la salida, no veo el final, el desierto es cada vez más grande y el problema cada vez más pequeño.

Cuatro y treinta de la tarde y no estas, la soledad empieza a golpear, me martillan sin parar los recuerdos, se rebotan contra mi los quizás, tal vez, los si hubiera hecho, si de pronto tu,un nosotros inexistentes que quiere existir y no existe. Un amor que se esconde entre el cansancio y la decepción. Un adiós que está roto.

Me consumes como un fuego aterrador y me quemas, duele, dueles tanto que despertar pesa, que caminar desconcierta, que dormir agota, que estar sin ti es como un trozo de felicidad vacío, un instante de paz sin alma pero estar contigo es morir diez veces y revivir con una inyección de adrenalina en el pecho y un sorbo de amargura en el centro.