Déficit de un Alma

¿Qué historia no se parece a una etapa de tu vida?

¡Estamos perdidos! 
Hablo en plural como si fuera posible hablar por los demás.
Es la vieja costumbre de controlarlo todo; Querér controlar el tiempo y el espacio, controlar los hechos y las emociones de otros.
Controlar el vacío de la ausencia de un alma que puse en renta.

Ahí estaba yo, como una huracán en etapa 3.0 a punto de escalar a daños extras.
La tormenta era silenciosa, como aguas mansas de las que la biblia habla, Pero yo, ya no existía como yo.
Ya no era como yo. 
Ya no había un punto medio, la crisis marcaba muerte emocional.

Mi alma estaba en renta, había hecho tratos con el Inframundo imaginario de cualquier poeta con el corazón roto.
Era un extraño, un ajeno en mi propio cuerpo, un villano en mi propia historia.

Nadie sabe lo de nadie, pero todos suponemos que en la posición del otro, haríamos las cosas diferentes, pero hay una gran diferencia entre suponer y afrontar la realidad de un suceso.
No hay que llenarse la boca diciendo que es fácil, o que es mejor.
Porque en tu propio infierno te quemas.

Las palabras nos azotan como esclavos de nuestros deseos, hemos estado jugando al policía bueno, pero los buenos no masacran sueños y corazones enamorados.

¿Pero quién nos da la categoría de buenos o malos?
En occidente la moral esta sujeta a cambios por beneficios, según la posición o el estado economico, según la víctima.
Pero yo ya no era solo una víctima, era la victimaria de mi agresor.

Me miraba al espejo y no podía sostener la mirada, el dolor se había puesto capa y no me había convertido en Batman, pero si buscaba justicia.
¿Justicia? Otra palabra que no tiene un significado más que emocional.
La justicia es una construcción social, como la libertad, pero nosostros los esclavos no sabemos lo que es la libertad.

No hay culpables en esta historia deberían saberlo, la culpa solo es una herramienta de castigo que no puedo usar en mi diccionario emocional, pero que sobre todas las cosas, había dejado de sentir, cuando asumí la responsabilidad de los actos sin sentido que había empezado a cometer, cuando el alma se extinguió de la superficie espiritual de mis creencias.

¿En qué puede creer un ser, que no siente?
En utopías y el sabor de dolor del pasado en sus labios. En las palabras que dijo de niño, en los instantes donde el presente parece real. En las respiraciones agitadas de un corazón que sigue latiendo en un cuerpo con vida.


Llámame Roma 




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